La paradoja de una vida

En los primeros días de octubre de cada año,  se anuncian los ganadores de los Premios Nobel en sus seis categorías: Medicina o Fisiología, Física, Química, Economía, Literatura y Paz. Este hecho que se lleva a cabo desde 1901, culmina con la ceremonia de entrega, en Estocolmo y Oslo, el 10 de diciembre, en conmemoración del aniversario luctuoso de Alfred Nobel (1833-1896), inventor de la dinamita  y creador de estos premios de nivel mundial.

Alfred Nobel, nacido en Estocolmo, Suecia el 21 de octubre de 1833 fue un ingeniero que construyó puentes y edificios. También fue un inventor que patentó los compuestos de la dinamita entre otros 355 proyectos registrados. Su idioma de origen era el sueco pero también hablaba, leía y escribía ruso, inglés, francés y alemán. Se dice que sus padres lo impulsaron desde temprana edad para desarrollar distintas habilidades. Le gustaba la poesía y el teatro. Entre las clases que tomó de niño y adolescente, una de las materias que más llamó su atención fueron las que implicaban experimentos de química, razón por la cual decidió formarse como ingeniero químico en París con ayuda de su maestro Théophile-Jules Pelouze en cuyo laboratorio conoció al italiano Ascanio Sobrero, que años antes había inventado la nitroglicerina, un compuesto químico que aterraba a su propio creador, pues lo consideraba un invento inútil y peligroso para la humanidad y posibles riesgos por malos manejos. No obstante, Nobel se inclinó por ahondar sus investigaciones sobre las propiedades de esta sustancia más explosiva que la pólvora y aprovechar su potencial.

Es así como creció en Nobel este curioso interés por los explosivos heredado por su padre, el ingeniero Immanuel Nobel que había hecho importantes negocios, primero en Suecia experimentando con sustancias explosivas útiles para la construcción, y posterior a una mala racha, en Rusia, país al que se mudó e hizo empresa en la apertura de minas con lo cual se recuperó económicamente. En su período de intentos y ensayos con explosivos, Alfred Nobel, llegó a patentar importantes inventos como el de la mezcla de la nitroglicerina con tierra de diatomeas que dio origen a una pasta que patentó con el nombre de dinamita.  O también la gelignita o balistita, sustancias más seguras. Sin embargo este tránsito de descubrimientos también resultó agridulce, pues hubo experimentos que costaron la vida a varias personas entre ellas su hermano Emil, en 1864 y que dieron pie a que el gobierno sueco prohibiera este tipo de experimentos en la capital de aquel país.

Los explosivos creados por Nobel cruzaron fronteras siendo útiles para el sector de la construcción y minería, pero lamentablemente, también se usaron de intensivamente con fines bélicos en lo cual Nobel no distrajo la mirada, pues en los últimos años de su vida se dedicó al fabricación de municiones y armas.  Con el desarrollo de esta empresa armamentista llegó también una fama negativa que Alfred conoció en vida y que paradójicamente, pareciera estar alejada de la gloria que hoy le otorgan los premios Nobel.

A los 43 años, Alfred Nobel publicó un anunció en un periódico que decía “Caballero de edad, rico, culto, busca dama madura, versada en lenguas, como secretaria y ama de llaves”, cargo al que se postuló la condesa austriaca Bertha Kinsky y para el cual trabajó por un corto tiempo antes de casarse con el conde Arthur Von Suttner. A partir de esta coincidencia, Alfred y Bertha mantuvieron amistad y correspondencia durante muchos años. Bertha, fue una de las activistas internacionales por la paz más reconocidas a finales del siglo 19 y principios del 20. En alguna misiva, él defendió ante ella, su postura respecto a sus inventos y afirmaba que pretendía inventar el arma definitiva para poner fin a todas las guerras pero su postura no resultaba convincente, al contrario, resultaba perturbadora y amenazante. Se dice que  cuando murió su hermano Ludvig en 1888, un periódico francés confundió al muerto con Alfred y publicó en su obiturario “Ha muerto el mercader de la muerte”.

Aunque no se tiene documentado este hecho, se cree que, al leer esta síntesis lúgubre sobre su legado en el mundo, a Nobel lo invadió una sensación terrorífica y devastadora. En el intercambio de cartas entre Bertha y Alfred, se encuentra una escrita en francés con fecha del 7 de enero de 1893 en la que Nobel también expone su idea de establecer un premio para las personas con contribuciones importantes para la paz.

Alfred Nobel no tuvo hijos y en lugar de heredar su fortuna a sus familiares, la destinó a la creación de los Premios Nobel con 120 años de existencia. Se desconoce a ciencia cierta si esta decisión al final de los días de Nobel fue por el impacto que tuvo en él la confusión del encabezado del periódico por la muerte de su hermano, o bien por la influencia de su amiga Von Suttner, quien después de la muerte de Nobel, fue Vicepresidenta de lo que hoy se conoce como Oficina Internacional de la Paz y también merecedora del Premio Nobel de la Paz en 1905, la segunda mujer en recibir un Nobel después de Marie Curie.

Lo que sí es cierto, es la historia de Nobel hay una paradoja que hizo que en el mundo se reconociera a hombres y mujeres que con su trabajo y trayectoria hicieran aportaciones en la ciencia, el arte y la paz para que el mundo cambie aunque sea un poquito.

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