Para empezar, el español puede tener palabras muy muy largas. Como en los términos médicos que parecen trabalenguas hasta para los propios hispanohablantes. Tenemos palabras difíciles como:
Electroencefalografista.
Desoxirribonucleico.
Dimetilnitrosamina.
Pero, el español puede tener palabras más sencillas que son un reto de pronunciación para los extranjeros, como:
Ventrílocuo.
Idiosincrasia.
Institucionalización.
Antihistamínico.
Cronómetro.
Transgresor.
Monstruo.
Que tienen el problema de que tienen muchas consonantes juntas.
Otros casos son algunas conjugaciones que le hacen trampas hasta a los más versados en la lengua de Cervantes. Tal es el caso de la conjugación “viniste”, es muy normal que las personas digan las formas equivocadas “vinistes” o “veniste”.
Palabras tramposas para los extranjeros también pueden ser (sobre todo si no pueden con la “r” española):
Frustrar.
Ferrocarril.
Sombrero.
O hacer las distinciones entre: Bara/Barra, Pero/Perro, Caro/Carro….
Pero claro, todo esto se supera en todas las lenguas con mucha práctica.