Tranquilo, un kilo de tortilals seguirá siendo un kilo de tortillas, pero hoy 20 de mayo, coincidiendo con el día Internacional de la Metrología, el kilogramo desaparece tal y como lo conocíamos y pasa a ser redefinido en términos de constantes físicas fundamentales.

Durante 130 años, un cilindro fabricado de una aleación de platino e iridio y almacenado en Saint Cloud, París, ha sido el referente para la definición oficial de un kilogramo, la unidad básica de masa aceptada internacionalmente. Esto ha cambiado para siempre este 20 de mayo de 2019, cuando coincidiendo con el Día Internacional de la Metrología, por primera vez todas las unidades básicas de medición pasan a ser oficialmente definidas en términos de propiedades atómicas y constantes de la física fundamental, en lugar de por objetos específicos diseñados por el hombre.

Ahora, en lugar de en base a un trozo particular de metal, se define un kilo fijando el valor numérico de una constante fundamental de la naturaleza conocida como la constante de Planck. Esta constante se define como 6,62607015*10-34 Kg*m2*s (kilogramos por metro cuadrado y por segundo), relaciona la energía de un fotón con su frecuencia, y se representa con la letra h. De este modo se define el kilogramo en términos del segundo y del metro, unidades del sistema internacional ya definidas completamente en términos de constantes físicas fundamentales.

El Profesor Ketterle, ganador del Premio Nobel, señala que “la nueva definición de un kilogramo corresponde a la masa de un número exacto de partículas; un número muy grande de partículas”. Según sus cálculos, es el equivalente a 1,4755214*1040 fotones -partículas de luz- de una longitud de onda particular, la de los átomos de cesio utilizados en los relojes atómicos.

No se trata exactamente de algo que un carnicero pueda colocar en una balanza para medir un kilo de carne picada, pero es algo que los científicos e ingenieros de todo el planeta, e incluso los extraterrestres en otros mundos, podrían igualar de manera precisa.